Tras una mañana de tempestades que hicieron zozobrar los árboles como un barco en una tormenta, volvemos a ver los rayos del Sol, resulta reconfortante comprobar que la Tierra no ha olvidado que deberíamos estar en verano, aún hay esperanza.
Últimamente, mis andanzas literarias me llevan por caminos extraños, estoy volviendo a los libros sobre grandes robos, el contrapunto de las novelas de detectives. Hay algo en ellas que me atrae profundamente, la figura del ladrón. Cuando digo ladrón no hablo de un raterillo de tres al cuarto que se contenta con unas monedas después de soltar cuatro bravuconadas y amenazarte a punta de pistola, no, me refiero a un auténtico maestro del robo, elegante, conocedor de su oficio, extremadamente inteligente y un experto en el arte del disfraz. De esos que toman el té con una marquesa y al día siguiente la señora descubre que todas sus joyas han desaparecido y en su lugar encuentra una rosa y una carta del culpable excusándose. Saco a escena a las marquesas porque sé que una me honra leyendo estos humildes artículos, a ti "Marquesa" gracias. La filosofía del buen ladrón se resumen en estas palabras:
"Un delincuente hábil e inteligente jamás se complicará la vida utilizando la violencia para sus trabajos, así dejará menos pistas, el buen ladrón no existe, es un fantasma"
Avalan estas afirmaciones los golpes de Erik "El Belga" y Adam Worth el llamado " Napoleón del crimen", a lo largo de sus respectivas carreras solo robaron a aquellos que podrían soportar las pérdidas económicas y nunca hubo pruebas contra ellos. Al parecer, contradiciendo a los inspectores de Scotland Yard, sí que puede haber "Honor entre Ladrones".
Hasta aquí el capítulo de hoy, disculpadme que os haga descender de vez en cuando a los submundos criminales pero preguntaos esto ¿Cómo se aprecia realmente el valor de la luz, si se desconoce la oscuridad? Espero que haya sido de vuestro agrado.
Atentamente
El Escriba
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